lunes, 2 de abril de 2018

En abril.

Creo que nunca había hecho tanto berrinche por el cambio de horario, normalmente es algo que me vale verga pero en esta ocasión no fue así, supongo que va con la oleada de cosas que he detestado en estos últimos días.

(Aquí va la parte en la que digo que no puedo creer (que en realidad, pues, sí puedo creer) la rapidez con la que llegamos al mes de abril, lo pongo entre paréntesis porque en realidad es un pensamiento, ustedes no están leyendo nada de esto.)

Qué barbaridad, a este paso mañana tendré cuarenta años. ¿Se imaginan tener cuarenta años? Qué horror, neta, qué horror vivir tanto.

Los días de la "semana santa", esos días le encantaban al Isaac de hace no mucho tiempo atrás. Es la parte del año que marca todo lo que no me gusta y me trae recuerdos espantosos. Uno de esos es que ya empezó la temporada de baseball y ya no me atrae la idea de irme a emborrachar a ese lugar.

Ojalá y el año se vaya rápido para que llegue la semana santa y pueda hacer las cosas que me gustan con la gente que quiero.

El martes pasado terminé en el hospital por un insoportable dolor de estómago, al parecer toda esa mala vida por fin está reclamando lo que es suyo, un horrible y descuidado estómago. La recomendación fue que no tomara ni una gota de alcohol en estos días, obviamente no hice caso.

La depresión sigue, no se ha ido aunque pienso que la he manejado muy bien.

Me ha llamado la atención que poco a poco ocurre algo de lo que he escrito anteriormente, siento que vuelvo a ser el mismo de antes, repentinamente las palabras no me salen, sólo dan vueltas por mi cabeza mientras estúpidamente observo el rostro de las personas.

Hoy estaba pensando (bueno, es algo que en realidad siempre he tenido muy presente) en lo horrible que sería llegar a los cuarenta años, ¿para qué una persona va a querer vivir tanto? Qué agobiante estar sobreviviendo en este mundo tan horrible.

Nunca he podido imaginar mi muerte, siempre he tenido temor de morir de una manera muy estúpida y quedar en la memoria de mis familiares y seres cercanos como "El idiota que murió por ser idiota", eso sí me da miedo, ¿la muerte? No, esa no. La mía no. Pero bueno, siempre he pensado que lo más probable es que sea de un disparo en la cabeza.

Maldito horario, ¿ven? ya es media noche y yo no he podido ni siquiera ordenar mis ideas.

Normalmente vuelvo a leer todo lo que escribí para ver si no hay algún horror ortográfico, pero ahorita la verdad tengo mucha hueva y el estómago muy inflamado, así que ahí disculpen el cochinero.



No hay comentarios:

Publicar un comentario