domingo, 28 de julio de 2019

4

─¿Qué haces?
─Ah cabrón, hola.
─Ay, qué payaso, qué pedo qué haces.
─Me estoy preparando para salir, ¿tú?
─¿A dónde vas?
─No sé si a Ponciano o a Escobedo.
─¿Ponciano? ? ¡Ya cámbiale!
─Es el lugar que más me gusta, además yo soy el que iré.
─Ufff, perdón. Vamos a Escobedo. ¿Yo paso o tú pasas?
─Pasa tú.
─Va, ya voy.

No puedo definir qué fue lo que sentí cuando recibí el primer mensaje, era algo muy extraño, no sabía cómo sentirme en realidad. Ya había pasado más de un año desde la última vez que hablamos y a pesar de que frecuentábamos los mismos lugares, nunca nos topamos.

No me gusta asfixiar a las personas, no me gusta insistir porque odio que me insistan, yo aprecio la compañía de muy pocas personas, es por eso que me es muy fácil notar cuando dejan de apreciar mi compañía. Me es muy fácil detectar cuando me quieren lejos. Me alejé y lo hice de tal manera que era una persona más, una más de las muchas a las que he sacado de mi vida.

Ese día sí, contrario a lo que yo pensaba, sí pasó por mí. Me subí a su carro y chingos de flashbacks llegaron a mi mente. Años de amistad que estaban enterrados, de la nada aparecieron. Ella hablaba como si nunca nos hubiéramos dejado de ver. Yo sólo pensaba muchas cosas, no pensé en decir algo que pudiera convertir la situación en algo incómodo, digo, si se había tomado la molestia de hablarme, no tenía por qué reprocharle nada.

Llegamos al bar, nos sentamos en la barra, pedimos cervezas y empezamos a platicar. La plática fue algo extraña, retomamos todo lo que platicamos la última vez, era un brinco en el tiempo. Los planes que un día le estaba contando, en los cuales había fracasado completamente, ahora los estaba contando con felicidad, el tiempo pasó y por fin había podido lograr lo que me había propuesto tiempo atrás. No puedo negar que la estaba pasando bien. Pero tampoco puedo negar que era una situación demasiado extraña.

Estuvimos un buen rato ahí hasta que se hizo noche.

─Oye, ya es tarde, yo sé que para ti no, pero recuerda que ando manejando.
─Sí, ya vámonos.
─¿Ya te vas a meter o te aviento en algún otro lado?
─Déjame en Ponciano, ahí están mis amigos.
─Va.

El lugar no está lejos, está a unas dos cuadras. Se estacionó en la esquina y se despidió.

─Wey, me dio mucho gusto verte, ya no te desaparezcas.
─¿Yo? No.
─Osh, aún es temprano, pero bueno. Mira, a la próxima hay que salir en Uber, dejo el carro en tu casa y nos ponemos hasta la verga, como antes.
─Va, tu dices cuándo.
─Nos vemos, cuídate.
─Bye bye!

Ella siguió su vida, todo completamente normal. Esa fue la última vez que supe de ella, así fue como desapareció una de mis mejores amigas.