sábado, 27 de abril de 2019

2

Me levanté temprano, me puse mis "mejores" trapos y me dirigí a ese lugar.

Era muy raro, estaba yendo a un lugar al que no quería ir, pero sabía que era el único lugar en el que podía tener una oportunidad, no había muchas opciones. Estaba haciendo cosas que no quería hacer, no me interesaba, si hoy en día no le encuentro sentido a esta mierda, en ese entonces el sentimiento era mil veces más intenso.

En el camino sólo iba concentrado en que el vocho no me dejara tirado. Así fue todos los días, no sé ni por qué lo hacía, si ya sabía lo que iba a escuchar:

"Ven después."

Al menos la secretaria era muy guapa.

Sólo pedía que me dieran oportunidad de presentarme con la gerente, siempre fue lo mismo.

Me estacioné, bajé del carro, me quedé pensando en nada. Vi mis zapatos todos jodidos, después en el reflejo de otro carro vi mi intento por verme "bien". Lo recuerdo bien, sentí algo muy feo, no se puede describir.

¿Qué estoy haciendo aquí?

Caminé por la misma ruta de siempre, por ser un extraño tenía que rodear todo el edificio.

En el camino pensaba lo mismo. ¿Y esto para qué?

Toqué el timbre, la secretaria me vio por la ventana y abrió la puerta.

—¡Hola Rubén! Permíteme un minuto, voy a ver si te puede recibir —decía siempre lo mismo, mientras se levantaba de su silla y desaparecía de mi vista—.

Yo ya sabía la respuesta, sólo quería largarme de ahí, no me sentía bien. Nunca me sentía bien.

—Pásale por favor, te voy a llevar a su oficina.

Me quedé frío. ¿Qué iba a hacer? Ni siquiera estaba preparado para cuando eso pasara.

Fue muy extraño, me senté frente a ella como el buen ser raro e introvertido que soy, le entregué mi carpeta y estreché su mano. Me presenté y no puedo decir de que manera lo hice, pero supongo que mal.

"Hola, soy yo, me interesaría hacer esto, por esto y porque esto otro y lo otro."

Nunca voy a olvidar sus ojos sobre mí, siempre me quedé con la duda de esa expresión.

Sus únicas palabras fueron:

"Eres muy joven, platicamos después."

Eso ocurrió en menos de cinco minutos, creo.

Hoy estoy en el mismo edificio, estoy sentado en una sala a punto de presentar un examen del que no tengo ni puta idea. En la mesa hay otros veinte cabrones en la misma situación. Veo rostros conocidos de la universidad, gente agradable y gente que me caga.

—¿Qué estoy haciendo aquí?

Mi mente está en blanco, me sudan las manos y mi pie rebota en el suelo a un ritmo endemoniado.

Hice lo que pude. No estudié porque ni siquiera sabía lo que tenía que estudiar.

—¿Cómo llegué aquí? Este no soy yo.

Hoy ya estoy mucho más lejos del lugar en el que inicié. Ha pasado tanto tiempo y sigo sintiendo la misma angustia.

Angustia con la que nací, porque no tiene absolutamente nada que ver con lo que hago.