martes, 31 de diciembre de 2019

Nudo.

No sé desde cuándo, pero diciembre es mi mes favorito. Me gusta su clima, los adornos, las reuniones, todo. Es la única temporada que vale la pena.

Traté de disfrutarlo al máximo y siento que lo hice, pero aún así siento un vacío muy extraño. Necesito más diciembre. Lo que sigue me deprime bastante, ver cómo es todo en realidad y que la temporada usa sólo una máscara buena onda.

Disfrutar salir a la calle, al mismo tiempo odiar las multitudes y todo ese ruido. El mundo se siente menos horrible.

Tener que esperar tanto tiempo para volver a sentir esto y que el resto de los días sean sólo algo tan incómodo. No lo digo yo, así se siente y no se puede hacer nada para cambiarlo.

Han ocurrido muchas cosas y he querido escribir muchas cosas. Estoy haciendo todo lo posible para que este lugar no quede abandonado. Y lo digo por mí, que vengo seguido a leer lo que escribo. Escribir lo que siento me ayuda de cierta manera. Me gusta escribir cosas reales y cosas que por alguna razón sólo existen en mi cabeza.

La depresión me ayuda mucho a tener ganas de escribir, pero recientemente me he deprimido tanto que quedo inhabilitado para escribir, por un lado creo que está bien, no quiero leer una y otra vez las ganas que tengo de matarme o sobre recuerdos dolorosos.

Todo pasa y la vida no tarda en pasar.

sábado, 30 de noviembre de 2019

Laberinto.

Todo cambió de forma muy drástica desde que inició octubre.

Aún siento que no tengo tiempo de nada, pero en realidad eso sólo pasa en mi cabeza. He aprendido poco a poco a dar prioridad a las cosas, cuando todo sale bien, todo resulta en un día muy productivo.

Por un lado, tener la mente ocupada ha dado muy buen resultado, los ataques de depresión no habían estado presentes, hasta ayer. Ayer todo se fue a la mierda, me puse a tomar y parece que salió todo lo que tenía acumulado. Me quedé paralizado y en mi mente sólo había muchas formas de morir. Los aparentes gritos de auxilio a veces me sacan mucho de onda.

Hoy todo está bien, creo.

No sé si sea por la época, pero hace un año era igual o más ermitaño de lo que soy. Eso me llevó a dejarme caer aún más en el vicio y temo que vuelva a ocurrir. Últimamente he estado poniendo mucha atención a eso. Me sigue gustando, el vicio es hermoso, pero ya no estoy a gusto con el impacto físico que he tenido.

Hace unos días estaba en un semáforo, a un lado estaban unos hombres fumando afuera de un AA, les soy honesto, me quedé pensando el resto del día. ¿Debería ir a un lugar de esos? Le di muchas vueltas en mi cabeza, demasiadas. Creo que mi caso no ha llegado a tanto, puedo dejarlo cuando yo quiera, lo sé porque incluso hay días en los que me da asco. No me considero capaz de llegar a tanto.

El tiempo en mi cabeza ya no pasa como antes. Incluso me olvidé de este lugar, le fallé a octubre y octubre me falló a mí. Una de mis mejores amigas me invitó a tomar disfrazados y siento que le fallé. Algo tan sencillo me tiene muy agobiado, no sé creo que le fallé a ella y a la tradición.

Noviembre fue muy bonito, estuve igual, muy ocupado, pero pude viajar y ver a mis amigos en la ciudad de México una vez más. Aprecio mucho lo que hacen por mí. Llegar al concierto con esa persona y estar con ella aunque fuera un corto tiempo, eso también estuvo muy chingón.

El año está por terminar, espero mi mente no me mate antes para poder escribir sobre el mes de diciembre. Se supone que todo debe ser mejor.

Se supone.

martes, 1 de octubre de 2019

Luces.

Ya son las 6:25 el lugar está solo.

Sólo se escucha el zumbido de los enfriadores y el motor del scrubber.

A lo lejos puedo ver que la gerente sigue en su oficina.

Estoy en mi mesa de trabajo, no es mía, pero aquí la gente se apropia de las cosas y no puedo usar alguna otra porque después se molestan.

Hay doce matraces de cien mililitros frente a mí, están llenos de ácido sulfúrico. Un poco más a la derecha, tengo doce pipetas. Soy muy malo haciendo esto, he visto a personas hacerlo en menos de media hora y yo ya tengo dos horas aquí con lo mismo. Ya estoy harto. Tengo poco más de dos meses en este lugar y todo me parece horrible. ¿Qué estoy haciendo aquí? Esto es un horno, tengo ácido en mi cara y mi cabello. Odio estas botas tan incómodas.

Y una vez más estoy haciendo lo que mejor sé hacer, quedarme observando mientras en mi mente hay miles de cosas sin sentido. Han pasado otros treinta minutos mientras yo sólo observo mi reflejo en los matraces.

La gerente ya se fue, se despidió sólo agitando su mano desde lo lejos. Ella me cae bien.

Me esforcé mucho para llegar aquí, por fin estoy aquí. Es difícil tener que venir a trabajar con personas que no me quieren, pero ya estoy aquí.

Me rindo, no sé lo que estoy haciendo y de todos modos estos resultados los están esperando desde las nueve de la mañana, supongo que no habrá mucha diferencia.

Apagué la luz, prácticamente era la única que iluminaba el pasillo. Es deprimente el silencio entre el ruido de las máquinas. Salgo, el estacionamiento está vacío. Excepto por el vocho que está ahí esperándome. Hay poca luz, todo es deprimente. Sólo espero llegar al vocho mientras deseo que no me deje tirado otra vez.

Han pasado cinco años.

Ya estamos instalados en otro edificio, todo ahora es más moderno. Salgo tarde una vez más, hay poca luz, todo sigue siendo deprimente. Esta vez no odio a la gente del trabajo, aprendí a trabajar con ellos y ellos a trabajar conmigo. Hay poca luz, muy poca luz, salgo caminando a buscar un taxi porque no recuerdo cuál de todas las tragedias fue la que me dejó sin vocho, sin civic o sin jetta.

Un día, así de repente, después de cosas que aún no me he podido explicar, estoy en el comedor rodeado de mis compañeros, todos se despiden de mí, me abrazan y me desean lo mejor. Espero que yo les hubiera podido desear algo igual. Lo dudo mucho, nunca he sido bueno para eso. Pero lo aprecié tanto que aún lo recuerdo.

Hoy salgo cansado otra vez, con poca luz y clima deprimente. Salgo y lo primero que veo es la vista que tenía hace ocho años. Exactamente la misma vista. Me es inevitable no imaginar al vocho en el mismo cajón en el que me estaciono actualmente. Me es inevitable verme ahí sentado, pensando en la nada. Los recuerdos me envuelven muy cabrón, todos los días. A veces quisiera poder regresar en el tiempo y decirme que todo estará bien, que no soy tan pendejo después de todo y que llegaré lejos aunque el camino más difícil siempre haya sido el que tengo en la mente.

Esa casualidad de regresar al mismo lugar, al mismo lugar en el que todo es diferente, me ha servido para darme cuenta de muchas cosas que en su momento no conocía.

Sólo espero no volverme loco.

De esto he escrito infinidad de veces, siempre hay algo que detona algún detalle adicional, algo que estaba ahí enterrado y que sale para recordarme lo miserable que me he sentido. Como una mano que sale de la tierra para sujetarme y hundirme.

Algo que empiezo a escribir como un bonito recuerdo, siempre termina siendo esa parte de mí que no quiero ser.

miércoles, 14 de agosto de 2019

Amanecer.

No puedo dejar de verme.

En una mesa rodeado de niños con los que me es imposible hablar, viendo cómo todos se divierten o hacen lo que tienen que hacer, mientras yo estoy con la mente en otro lado, imaginando cosas que no entiendo, formando figuras inexistentes en mi mente. Salgo al patio, hay niños jugando, yo sólo me siento a ver. No entiendo de qué se trata esto, no sé lo que se debe hacer aquí, sólo sé que mi mamá me trae todos los días y espera por mí todos los días a la misma hora.

Estoy sentado en una esquina de la calle, temeroso esperando a que pase el camión, temo avisar a mi madre que ya se acerca el camión, no sé si sea o no, porque no sé leer y todos son de distintos colores. Aún así, siendo un idiota, mi madre confía en mí para que yo le avise cuando el camión esté cerca.

Mi madre me dio dinero, quiero ir a la tienda a comprar un gansito o cualquier otra cosa que me alcance. Salgo a la calle y a lo lejos veo a mi hermano y sus amigos, para llegar a la tienda tengo que pasar por ahí, me da miedo porque no sé si me van a decir cosas o sí se van a burlar de mi cuando venga de regreso con mi gansito.

Mi madre me levantó temprano para llevarme a la natación, es sábado, no sé por qué tengo que ir o para qué. Detesto el olor del cloro en la alberca, odio la actitud de la entrenadora y no me llevo bien con los demás niños. Aún así, me llevan a nadar. En el camino mi madre me pregunta que si al salir de nadar me gustaría pasar a rentar un juego de Super Nintendo.

Estoy de pie en la puerta de la escuela, veo cómo mi madre se aleja poco a poco. Voy caminando hacia mi salón pero en el camino una maestra me detiene. Me toma de la mano y me lleva a la dirección, yo no debía estar ahí, ese día era la peregrinación, todos tenían que ir, es por eso que no habría clase. Pero yo, como soy un idiota que nunca pone atención, nunca me entero de las cosas. Estuve ahí esperando a que pasaran por mí, sería un buen rato, los celulares son prácticamente inexistentes, para avisar a mi madre tienen que esperar a que llegue a casa para después hacerla regresar.

Llego al salón y veo que todos los niños tenían bicicletas, pregunté por la mía, pero me entero de que cada quien debía llevar su bicicleta. Todos las adornaron con flores y con globos, un niño incluso llevaba un carrito de esos que tienen pedales, estaba forrado de negro y tenía el logo de batman, era el batimóvil. Recuerdo bien su nombre, se llamaba Pablo, era un niño al que se siempre se le salían los mocos. Yo estaba ahí de pie, viendo a los niños circular en sus bicicletas, algunos acompañados de sus papás. Era el desfile de la primavera, pero nunca me enteré, porque cuando dieron el aviso, yo estaba sentado en mi lugar, pensando en otras cosas, viendo figuras en mi mente. De todos modos no tenía bicicleta y aunque tuviera, no sabía andar en ella.

Estoy acostado, viendo a la nada, confundido, pensando que soy flojo, sin entender el problema real.

No puedo dejar de verme, no puedo dejar de pensar en esa gran persona que fui, esa persona de la que no queda nada. Me veo y me dan ganas de abrazarme. A veces me pregunto cómo fue que desaparecí, cómo pudo ser posible el cambio, pero es fácil entenderlo después de desenterrar tantos recuerdos, esos recuerdos tan sencillos, tan sin chiste, tan equis. En cambio, los peores recuerdos son más fugaces, esos sólo se hacen notar y se apartan de inmediato.

¿Qué hubiera sido de mí si alguien me hubiera entendido? Jamás lo sabré.

domingo, 28 de julio de 2019

4

─¿Qué haces?
─Ah cabrón, hola.
─Ay, qué payaso, qué pedo qué haces.
─Me estoy preparando para salir, ¿tú?
─¿A dónde vas?
─No sé si a Ponciano o a Escobedo.
─¿Ponciano? ? ¡Ya cámbiale!
─Es el lugar que más me gusta, además yo soy el que iré.
─Ufff, perdón. Vamos a Escobedo. ¿Yo paso o tú pasas?
─Pasa tú.
─Va, ya voy.

No puedo definir qué fue lo que sentí cuando recibí el primer mensaje, era algo muy extraño, no sabía cómo sentirme en realidad. Ya había pasado más de un año desde la última vez que hablamos y a pesar de que frecuentábamos los mismos lugares, nunca nos topamos.

No me gusta asfixiar a las personas, no me gusta insistir porque odio que me insistan, yo aprecio la compañía de muy pocas personas, es por eso que me es muy fácil notar cuando dejan de apreciar mi compañía. Me es muy fácil detectar cuando me quieren lejos. Me alejé y lo hice de tal manera que era una persona más, una más de las muchas a las que he sacado de mi vida.

Ese día sí, contrario a lo que yo pensaba, sí pasó por mí. Me subí a su carro y chingos de flashbacks llegaron a mi mente. Años de amistad que estaban enterrados, de la nada aparecieron. Ella hablaba como si nunca nos hubiéramos dejado de ver. Yo sólo pensaba muchas cosas, no pensé en decir algo que pudiera convertir la situación en algo incómodo, digo, si se había tomado la molestia de hablarme, no tenía por qué reprocharle nada.

Llegamos al bar, nos sentamos en la barra, pedimos cervezas y empezamos a platicar. La plática fue algo extraña, retomamos todo lo que platicamos la última vez, era un brinco en el tiempo. Los planes que un día le estaba contando, en los cuales había fracasado completamente, ahora los estaba contando con felicidad, el tiempo pasó y por fin había podido lograr lo que me había propuesto tiempo atrás. No puedo negar que la estaba pasando bien. Pero tampoco puedo negar que era una situación demasiado extraña.

Estuvimos un buen rato ahí hasta que se hizo noche.

─Oye, ya es tarde, yo sé que para ti no, pero recuerda que ando manejando.
─Sí, ya vámonos.
─¿Ya te vas a meter o te aviento en algún otro lado?
─Déjame en Ponciano, ahí están mis amigos.
─Va.

El lugar no está lejos, está a unas dos cuadras. Se estacionó en la esquina y se despidió.

─Wey, me dio mucho gusto verte, ya no te desaparezcas.
─¿Yo? No.
─Osh, aún es temprano, pero bueno. Mira, a la próxima hay que salir en Uber, dejo el carro en tu casa y nos ponemos hasta la verga, como antes.
─Va, tu dices cuándo.
─Nos vemos, cuídate.
─Bye bye!

Ella siguió su vida, todo completamente normal. Esa fue la última vez que supe de ella, así fue como desapareció una de mis mejores amigas.

domingo, 30 de junio de 2019

Tras la puerta.

Otra vez está ahí sentado, tomando en la barra.

Desperté temprano, tenía hambre. Hice memoria y recordé que el día de ayer olvidé comer. Tenía mucha hambre, hasta hace poco había conocido el hambre. Pasé tanto tiempo sin comer bien que el hambre no existía, o al menos no en la forma convencional, sólo se trataba de un pequeño malestar, nunca fue algo que me obligara a comer.

Podría ir al súper a comprar leche y cereal. No eso implica toparme con gente. Ya son las once, la pizzería ya debe estar abierta. Ahí ni siquiera necesito bajar del auto.

No me cambié, no me peiné. En menos de veinte minutos ya estaba de regreso con mi pizza.

Abro una caguama, enciendo el estéreo, pongo The Fragile. Nunca es demasiado temprano para una caguama.

Pasa el tiempo, son las cuatro de la tarde. Hay cuatro envases de caguama sobre la barra. Cuatro latas más en el bote de basura. Está sonando Small Mercies. Observo el fondo de mi vaso, parece no tener final.

En mi mente hay una tormenta de recuerdos, demasiados, me agobian y no sé por qué siguen aquí. Son como fantasmas que repiten lo vivido una y otra vez, sin ningún fin, sólo están ahí.

Hay un hombre parado en la puerta, al pie de la puerta. Lo reconozco, pero no tiene por qué estar aquí.

Otra vez está ahí sentado, tomando en la barra.

Se le dificulta sostener la mirada, pero me observa y no dice palabra alguna. Tomó el control remoto y subió el volumen. No me observa, le da un trago a su vaso.

No puedo dejar de pensar, ¿a qué hora empezó a tomar? No se mueve, sólo observa su vaso.

Tengo que entrar al baño.

Hay un hombre abrazando el retrete. Lo reconozco, pero no tiene por qué estar aquí.

Tiene un color pálido, pero eso no debe ser así, eso no ocurrió así. Se mueve como si alguien lo cargara por los hombros, lo llevan a un sofá que ni siquiera sabía que existía. Ahí despertará, lo primero que hará será ver su celular y enviar un último mensaje. Pero eso será hasta el día siguiente, para después recordarlo por el resto de su vida.

Salgo del baño, veo que está compartiendo cerveza con otras tres personas. Están muy abrigados, al parecer hace demasiado frío. Es una mesa plegable, no le alcanzó para más. Cayó dormido en la mesa, sobre sus brazos. Los demás parecen estar molestos.

Todo mientras yo estoy aquí, inmóvil al pie de la puerta.

Mi cerveza está por terminar, el hombre sigue de pie frente a la puerta, me observa, gira su cabeza y parece verse a él mismo sentado en la mesa plegable, no pudo con el sueño. Las visitas se fueron, no pueden tolerar a semejante anfitrión.

Estoy harto, de la música, de estar sentado, de mi cerveza. Harto de todo.

Observo el reloj de la pared, es un reloj de Snoopy, parece que ya no tiene batería. la hora marca las 4:00 am.

Sigue sentado, pero cayó sobre su espalda, sus brazos cuelgan y hay un revólver en el piso.

Al parecer jaló el gatillo sobre su cabeza, nunca había visto tanto desastre. El estéreo está encendido pero nada suena. Hay mucha sangre en el piso, pero no está fresco, al parecer esto ocurrió hace días.

He decidido salir, son las 3:30 de la mañana, hay un silencio total.

Sólo están las luces de la calle, esas luces que me traen tantos recuerdos.


viernes, 31 de mayo de 2019

3

No recuerdo si era en el PSX o el PS2, pero estábamos jugando algo. Era en aquellas épocas en las que pasaba mis tardes jugando playstation o haciendo cualquier cosa con tal de no salir de mi casa.

—¿Y si vamos a comprar dulces? —me dijo mientras estaba la pantalla de carga del playstation—.
—¿A dónde? Por aquí ni hay nada chido. —siempre negativo, con intenciones de agotar opciones—.
—Ándale, vamos en la bici, a un lado de la pulga hay una dulcería que está chida.
—Pero nada más tú tienes bici.
—Tú maneja y yo me voy en los diablitos.

En ese momento me quedé helado. No sabía cómo ocultar ese terror de salir a la calle, ¿por qué? Porque alguien como yo no podía andar en bici así nada más sin hacer el ridículo. No era posible, ¿cómo me iban a ver todas esas personas en la calle?

¿Qué iban a decir?

¿Qué iban a pensar?

—Ándale, vamos, está cerca y hay dulces chidos.

Mi hermano menor me estaba pidiendo algo muy sencillo, algo que al mismo tiempo era terrible y me atormentaba demasiado. Mientras infinidad de cosas daban vuelta por mi cabeza, él ya estaba en la cochera esperándome.

—Ándale, ya vámonos.

Me subí a la bici, arranqué despacio y a los pocos segundos él ya estaba en los diablitos. La dulcería no estaba tan lejos, pero tampoco estaba tan cerca como para ir caminando.

Recuerdo perfectamente el recorrido, no parábamos de reír mientras decíamos tonterías y yo trataba de esquivar los baches. Llegamos a la dulcería y el compró los dulces de tamarindo que más le gustaban, los compró con dinero que el juntaba. ¿Yo? Yo no compré nada, no tenía dinero, como buen pendejo.

El regreso fue aún más divertido, porque ahora teníamos dulces. Llegamos a la casa y seguimos jugando playstation y comiendo dulces de tamarindos.

—Man, tenemos que ir más seguido a comprar dulces, estuvo muy chido.

Cuando escuché eso sentí algo muy cabrón, porque no sabía si alguna otra vez tendría el valor de volverlo a hacer. Sí, algo tan sencillo, no sabía si podría hacerlo una vez más. Durante el recorrido me olvidé de todo lo que me estaba matando, en esos minutos la pasé tan bien que ese recuerdo se quedó para siempre.

Nunca más lo acompañé, no pude hacerlo. También me di cuenta de lo estúpido que hubiera sido jamás haberlo acompañado.


sábado, 27 de abril de 2019

2

Me levanté temprano, me puse mis "mejores" trapos y me dirigí a ese lugar.

Era muy raro, estaba yendo a un lugar al que no quería ir, pero sabía que era el único lugar en el que podía tener una oportunidad, no había muchas opciones. Estaba haciendo cosas que no quería hacer, no me interesaba, si hoy en día no le encuentro sentido a esta mierda, en ese entonces el sentimiento era mil veces más intenso.

En el camino sólo iba concentrado en que el vocho no me dejara tirado. Así fue todos los días, no sé ni por qué lo hacía, si ya sabía lo que iba a escuchar:

"Ven después."

Al menos la secretaria era muy guapa.

Sólo pedía que me dieran oportunidad de presentarme con la gerente, siempre fue lo mismo.

Me estacioné, bajé del carro, me quedé pensando en nada. Vi mis zapatos todos jodidos, después en el reflejo de otro carro vi mi intento por verme "bien". Lo recuerdo bien, sentí algo muy feo, no se puede describir.

¿Qué estoy haciendo aquí?

Caminé por la misma ruta de siempre, por ser un extraño tenía que rodear todo el edificio.

En el camino pensaba lo mismo. ¿Y esto para qué?

Toqué el timbre, la secretaria me vio por la ventana y abrió la puerta.

—¡Hola Rubén! Permíteme un minuto, voy a ver si te puede recibir —decía siempre lo mismo, mientras se levantaba de su silla y desaparecía de mi vista—.

Yo ya sabía la respuesta, sólo quería largarme de ahí, no me sentía bien. Nunca me sentía bien.

—Pásale por favor, te voy a llevar a su oficina.

Me quedé frío. ¿Qué iba a hacer? Ni siquiera estaba preparado para cuando eso pasara.

Fue muy extraño, me senté frente a ella como el buen ser raro e introvertido que soy, le entregué mi carpeta y estreché su mano. Me presenté y no puedo decir de que manera lo hice, pero supongo que mal.

"Hola, soy yo, me interesaría hacer esto, por esto y porque esto otro y lo otro."

Nunca voy a olvidar sus ojos sobre mí, siempre me quedé con la duda de esa expresión.

Sus únicas palabras fueron:

"Eres muy joven, platicamos después."

Eso ocurrió en menos de cinco minutos, creo.

Hoy estoy en el mismo edificio, estoy sentado en una sala a punto de presentar un examen del que no tengo ni puta idea. En la mesa hay otros veinte cabrones en la misma situación. Veo rostros conocidos de la universidad, gente agradable y gente que me caga.

—¿Qué estoy haciendo aquí?

Mi mente está en blanco, me sudan las manos y mi pie rebota en el suelo a un ritmo endemoniado.

Hice lo que pude. No estudié porque ni siquiera sabía lo que tenía que estudiar.

—¿Cómo llegué aquí? Este no soy yo.

Hoy ya estoy mucho más lejos del lugar en el que inicié. Ha pasado tanto tiempo y sigo sintiendo la misma angustia.

Angustia con la que nací, porque no tiene absolutamente nada que ver con lo que hago.

domingo, 31 de marzo de 2019

Sálvame de mí.

Normalmente estoy sentado en la barra, tomando cerveza, ginebra o whiskey. A veces me enveneno con los tres en una misma noche. Esos días no son raros, son más comunes de lo que desearía, mis días favoritos, de esos en los que sientes que sólo vives para eso. 

Estoy ahí sentado, pensando en lo bien que la estoy pasando, un gran momento de tranquilidad, embriagándome y escuchando mi música favorita. Suena algo tranquilo, algo de múm. Sigue algo más especial, algo de Sleep o algo que me destape miles de recuerdos. 

En esos momentos sólo soy yo, mi bebida y la música. En esos días me siento el hombre más afortunado del mundo. Me siento muy bien, mi mente se libera y logro ser feliz.

Pasan los días.

Una vez más, estoy sentado en la barra, tomando cerveza, ginebra o whiskey. depende de mi humor, a veces me enveneno con los tres en una misma noche. Otras veces decido sólo ir por caguamas. Esos días no son raros, son más comunes de lo que desearía, mis días favoritos, de esos en los que sientes que sólo vives para eso. 

Estoy ahí sentado, en mi mente pasan muchas cosas, muchos sentimientos, observo mi alrededor, me observo a mí, pienso en lo que estoy haciendo. En mi mente se siente algo pesado, a veces siento que se me cae la cara. Empiezan a sonar mis canciones favoritas, esas que me traen miles de recuerdos, todas y cada una reviven momentos de mi pasado, a veces aparecen recuerdos que desearía no existieran. No hay tranquilidad, necesito embriagarme para sentirme mejor. 

Escucho mi música, escucho algo que me gusta mucho y a la vez es deprimente.

Estoy ahí sentado sintiéndome el hombre más desafortunado del mundo, deseando morir, fantaseando cómo sería la mejor forma para matarme.

Otro día más. 

miércoles, 27 de febrero de 2019

1

Habían sido días felices, muy felices diría yo. De esas veces en las que todo es tan distinto a lo habitual, que te cuesta trabajo aceptarlo, lo vives y al mismo tiempo tratas de asimilarlo. No hay más opción, tienes que aprender a disfrutar.

Unos minutos bastan para arruinarlo.

Despiertas, sabes que todo terminó, lo que debía terminar tan bien como empezó, terminó de la peor manera posible.

Estoy sentado, viendo el desayuno frente a mí.

Son unos chilaquiles verdes con unos pedazos de pechuga de pollo y un poco de frijoles, no son tan buenos, pero era lo mejor que pude encontrar. La bocina se quedó sin batería, me quedé sin música, mi única compañía era el sonido del refrigerador. Dejé una cerveza sobre la mesa, la vi con asco y mejor la quité de mi vista.

Era más tarde de lo que pensaba, mis ojos aún estaban hinchados, tenía años sin sentir mis párpados de esa manera.

Me vi al espejo:

¿Qué tal, eh? Te he dicho muchas veces lo malo que es involucrar sentimientos, no eres nuevo, ¿sabes? Lo bueno es que ya recordaste lo que es querer de verdad a las personas y es un pequeño recordatorio de que las personas que quieres no precisamente te quieren igual. Me extraña de ti, tú, el experto.

De repente ya estaba en el aeropuerto, aún tratando de asimilar las cosas.

Pasó una eternidad.

Por fin estaba en mi asiento, con mis audífonos a todo volumen. Sonaba Satanic Rites of Drugula, mientras observaba la lluvia por la ventana, después de días tan soleados, llovía precisamente el día en que todo había terminado.

Niebla, había mucha niebla.

Pasó una de las sobrecargos y me pidió que me quitara los audífonos. Con mi música nadie se mete, hice caso omiso, por mi música y porque soy un rebelde, un chico malo.

Frente a mí hay un bebé llorón, llora horrible, estoy harto. Subo el volumen.

Después del ritual de seguridad, estamos por despegar.

Empieza a sonar Mr. Blue Sky, la versión de Weezer.

El avión poco a poco empieza a ganar velocidad, extrañamente se sacude un poco de lado a lado. La velocidad a tope.

A esta velocidad tanto movimiento ya me parece peligroso, ojalá.

Me acomodé un poco, estiré mis piernas y subí aún más el volumen. Aunque ya la había escuchado miles de veces, volvió a dejarme con una sonrisa cuando empezó:

Sun is shinin' in the sky
El avión comienza a elevarse, la niebla no me deja ver mucho, pero no se necesita ser un genio para saber que algo anda mal, tiembla demasiado, hay mucho movimiento.

There ain't a cloud in sight
Repentinamente se escuchan gritos, se partió una de las alas, ¿chocó con algo? no sé, pero también hay una fisura en el fuselaje, justo a unas tres filas de mi asiento.

It's stopped rainin' everybody's in a play
El bebé salió disparado de los brazos de su madre, el avión gira sobre su eje, sin control, los compartimientos se abrieron y algunas maletas están volando y golpeando a todos. Hay calzado y personas en el techo, en el suelo, en el techo, en el suelo, ya no se sabe dónde es arriba y dónde abajo.

¿Yo? Yo estoy esperando el impacto final.

And don't you know, It's a beautiful new day, hey hey.
Ay sangre por todos lados.

Por fin chocamos contra el suelo, estamos de regreso en tierra firme, hay varios cuerpos sin cabeza aún amarrados al asiento. Sólo los observo, qué vidas tan miserables.

El avión alcanzó la altura y nos indican que podemos quitarnos el cinturón de seguridad, me cambio de asiento a uno más lejos de la ventana.

Me espera un largo viaje.

martes, 22 de enero de 2019

Abismo.


Pasado.

Era diciembre.

En ese mes me la pasé tomando casi a diario. Según yo, ese fue el diciembre más frío que hemos tenido, eso influye en mi sed por la cerveza stout, en esos días tenía mi reserva para poder tomar stouts cuando me diera la gana y pues, así fue, ponía un disco en la tornamesa, destapaba una cerveza y me sentaba a escucharlo. Les soy honesto, las cosas no han cambiado mucho, pero bueno.

También recuerdo que en ese mes fui muy sociable, tanto como nunca en mi vida, conocí muchas amigas y salí a muchos lugares. De esas veces en las que te das cuenta de que eso no es lo tuyo e inevitablemente comienzas a sentir malestar. Aún así fui muy feliz, hasta cuando no.

Conocí personas que nunca más volví a ver. Tengo la teoría de que mi alcoholismo (en ese entonces, porque ahora ya no tomo tanto) fue la causa, ya que yo no quería hacer otra cosa que no fuera tomar. Y pues, está bien, digo, yo hago lo mismo cuando no estamos en el mismo canal.

No todos los días los usaba para salir, como mencioné en un principio, ponía un disco, destapaba una cerveza y me sentaba en el sillón. Esos son los recuerdos que más me quedan, todo lo que pensaba en el momento y qué canción era la que sonaba.

Eran las 12:36 am. Leía mis mensajes mientras sonaba Monsters In The Parasol.

Hasta la fecha esa canción me sigue transportando al mismo lugar, al sillón duro en el que reposaba mis piernas y mi cerveza Penélope de Fauna. Hacía mucho frío y tenía que bajar mi bufanda un poco para poder darle un trago.

A veces anhelo regresar a esos días, porque normalmente no me doy cuenta de que puedo tener más días así. Simplemente pasa.

No sé, le tengo mucho amor a eso de estar solo y en paz.

Presente.

Hace poco tuve que asistir a un curso, un curso que pare serles sincero, no tenía ganas de tomar, hubiera preferido invertir ese tiempo en mi trabajo para sacar pendientes. El curso fue muy bueno y se ganó toda mi atención en el momento en que nos dijeron:

"Nos amarramos al pasado y miramos al futuro inexistente, cuando el presente es lo único que tenemos."

Eso me dejó tan trabado, que me hizo pensar en este post que dejé en pausa desde hace mucho tiempo.

Y no sé si lo podré dejar de hacer, porque los recuerdos son los únicos que quedan y me encanta recordar esos momentos en los que fui feliz.

Salud.