domingo, 30 de junio de 2019

Tras la puerta.

Otra vez está ahí sentado, tomando en la barra.

Desperté temprano, tenía hambre. Hice memoria y recordé que el día de ayer olvidé comer. Tenía mucha hambre, hasta hace poco había conocido el hambre. Pasé tanto tiempo sin comer bien que el hambre no existía, o al menos no en la forma convencional, sólo se trataba de un pequeño malestar, nunca fue algo que me obligara a comer.

Podría ir al súper a comprar leche y cereal. No eso implica toparme con gente. Ya son las once, la pizzería ya debe estar abierta. Ahí ni siquiera necesito bajar del auto.

No me cambié, no me peiné. En menos de veinte minutos ya estaba de regreso con mi pizza.

Abro una caguama, enciendo el estéreo, pongo The Fragile. Nunca es demasiado temprano para una caguama.

Pasa el tiempo, son las cuatro de la tarde. Hay cuatro envases de caguama sobre la barra. Cuatro latas más en el bote de basura. Está sonando Small Mercies. Observo el fondo de mi vaso, parece no tener final.

En mi mente hay una tormenta de recuerdos, demasiados, me agobian y no sé por qué siguen aquí. Son como fantasmas que repiten lo vivido una y otra vez, sin ningún fin, sólo están ahí.

Hay un hombre parado en la puerta, al pie de la puerta. Lo reconozco, pero no tiene por qué estar aquí.

Otra vez está ahí sentado, tomando en la barra.

Se le dificulta sostener la mirada, pero me observa y no dice palabra alguna. Tomó el control remoto y subió el volumen. No me observa, le da un trago a su vaso.

No puedo dejar de pensar, ¿a qué hora empezó a tomar? No se mueve, sólo observa su vaso.

Tengo que entrar al baño.

Hay un hombre abrazando el retrete. Lo reconozco, pero no tiene por qué estar aquí.

Tiene un color pálido, pero eso no debe ser así, eso no ocurrió así. Se mueve como si alguien lo cargara por los hombros, lo llevan a un sofá que ni siquiera sabía que existía. Ahí despertará, lo primero que hará será ver su celular y enviar un último mensaje. Pero eso será hasta el día siguiente, para después recordarlo por el resto de su vida.

Salgo del baño, veo que está compartiendo cerveza con otras tres personas. Están muy abrigados, al parecer hace demasiado frío. Es una mesa plegable, no le alcanzó para más. Cayó dormido en la mesa, sobre sus brazos. Los demás parecen estar molestos.

Todo mientras yo estoy aquí, inmóvil al pie de la puerta.

Mi cerveza está por terminar, el hombre sigue de pie frente a la puerta, me observa, gira su cabeza y parece verse a él mismo sentado en la mesa plegable, no pudo con el sueño. Las visitas se fueron, no pueden tolerar a semejante anfitrión.

Estoy harto, de la música, de estar sentado, de mi cerveza. Harto de todo.

Observo el reloj de la pared, es un reloj de Snoopy, parece que ya no tiene batería. la hora marca las 4:00 am.

Sigue sentado, pero cayó sobre su espalda, sus brazos cuelgan y hay un revólver en el piso.

Al parecer jaló el gatillo sobre su cabeza, nunca había visto tanto desastre. El estéreo está encendido pero nada suena. Hay mucha sangre en el piso, pero no está fresco, al parecer esto ocurrió hace días.

He decidido salir, son las 3:30 de la mañana, hay un silencio total.

Sólo están las luces de la calle, esas luces que me traen tantos recuerdos.