He estado con la mente en tantas cosas, que había olvidado que amo esta época del año, lo bien que me hace sentir, lo bien que me la paso y lo mucho que disfruto paseando por el distrito Colón en esas calles llenas de luces tristes y árboles calvos.
Me encanta sentarme en la barra de algún bar, solo, en silencio, mientras miles de ideas se revuelcan en mi cabeza. Pensando que mis problemas no serán tan importantes hasta que me encuentre en algún abismo, pero más que nada, pensando en la mejor forma de evitar el abismo aunque estemos encantados de no alcanzar a ver el fondo.
Casi siempre la manera es la misma, nublar todo con alcohol para poder perder al malo de la mente, que se pierda por un rato, no importa que regrese después, que lo haga cuando quiera, pero no en ese momento. De todos modos el remedio se repite y termina olvidando su objetivo.
Qué bonito se ve todo, lo malo es que también olvido que para estas fechas, algo de angustia y depresión disfrutan de acompañarme en esos momentos tan agradables.
Creo que no tengo problema con eso, de otra forma no estaríamos completos.
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