Hace cuatro años sonaba Just Gazin de Digitalism en mi despertador, en ese momento adoraba esa canción.
Pasé de noviembre a mitad de diciembre sin ver a alguien en esta casa. Extrañamente, en esos días estar aislado era algo que me importaba.
Despertaba en un colchón casi en el centro de mi habitación, así sin base, sólo el colchón. Si no me equivoco, estaban por hacer remodelaciones en el lugar y me había deshecho de todo lo que tenía antes, sólo había cajas en el piso y mucha ropa tirada.
Abría los ojos al mismo tiempo en el que soportaba el dolor de espalda y el frío de la habitación, nunca he sido muy bueno para dormir con algo que me tape, use lo que use, siempre termina tirado en el suelo lejos de mi cama (en este caso, lejos de mi colchón), lo mismo pasa con mi almohada.
Me levantaba, permanecía sentado esperando a que terminara la canción, no me tomaba la molestia de bañarme, tenía frío. Me vestía mientras pensaba en lo que pesado que sería pasar otro día en el trabajo. No toleraba a nadie de mis cercanos o de mis compañeros de trabajo, nadie. Estaba harto, estaba agotado, estaba angustiado. No era sólo el trabajo, era todo lo que me pasaba en esos días, ya saben, cosas insignificantes de las que me gusta hacer toda una obra de teatro.
No tenía tiempo para prepararme el desayuno, y aunque lo tuviera, no tenía nada para desayunar. Salía rápido para ver si el carro tenía ganas de encender, era un vocho blanco todo madreado, con una pintura tan gastada que parecía beige, que cuando hacía frío el muy cabrón me hacía pasar un buen rato tratando de encenderlo. Si todo salía bien, iba al oxxo y compraba una lata de Monster, una botella de Pepsi Kick y un café. Me terminaba todo mientras iba manejando, casi siempre al llegar al trabajo le iba dando los últimos sorbos al café. Al llegar me preparaba otras dos tazas de café.
Era mi gasolina diaria.
En cierto modo el trabajo siempre ha sido una medicina, me costaba trabajo animarme en la mañana y prepararme para la jornada, pero una vez entrando al lugar, desaparecía todo lo que me causaba malestar. Desgraciadamente, al salir mi mente regresaba a esa otra realidad.
Salía del trabajo, tarde otra vez, llegaba a mi casa y me tiraba en el colchón, permanecía tirado mientras me decía a mi mismo:
"Ya nada más te falta el resto de tu vida, ¿qué será de ti en unos años?"
Y aquí estoy, sin haber llegado ni a la mitad del resto de mi vida. Quisiera regresar a aquellos días, quisiera ayudarme a sentirme mejor, decirme que las cosas no siempre serán así, que las cosas suelen ir mejor.
Decirme que siempre podrá ser peor.
*Normalmente es el tipo de cosas que decido no publicar, una vez que termino de escribir se va a la basura o se queda en forma de un borrador eterno que jamás verá la luz. Pero no sé, se salvó del olvido esta vez.
La palabra adecuada es "gracias", supongo.
ResponderEliminar