sábado, 1 de febrero de 2020

Camuflaje.

Sólo veo cómo las luces cambian de color.

Estoy acostado, viendo hacia el pasillo a través del marco de la puerta. ¿En realidad cambiaron de color? Aquí en mi habitación la luz está apagada y la oscuridad rodea todo completamente, sólo alcanzo a percibir esa extraña iluminación al fondo del pasillo.

Que yo recuerde no dejé ninguna luz encendida, ¿será la luz de la luna? Espero que sí y esos cambios no son más que mi visión batallando al desprenderse del monitor. Tengo que bajar y asegurarme de que todo está en orden.

Descalzo, el piso helado me hace recordar mi infancia y esos vasos de agua a media noche tan llenos de angustia, de esa que me encantaría volver a sentir. Mientras bajo lentamente por las escaleras, veo que las luces están encendidas, esa luz tenue de esos focos que tanto me gustan. De repente esa angustia ya no me interesa tanto.

Bajo las escaleras y el silencio se interrumpe al escuchar la aguja golpear un vinilo. Hay un hombre sentado en el sofá justo frente a mí, con la mirada al suelo, un rostro serio y algo triste, parece que yo no estoy aquí. Veo hacia mi tornamesa y juraría que estoy viendo la espalda del mismo hombre que está sentado en el sillón. No hay música, sólo escucho la estática salir de las bocinas, parece que el sujeto toma distintos discos una y otra vez sin objetivo alguno. No sé de dónde salieron tantos discos, yo no tengo tantos.

Sólo hay estática, es lo único que puedo escuchar.

Quiero entender qué es todo esto que estoy viendo. Volteo hacia la puerta corrediza del pasillo sólo para quedar paralizado. Hay otro hombre, sólo puedo distinguir su sonrisa tan extraña, algo forzada. Sus ojos tan brillantes que me observan desde afuera, fijamente, sin parpadear. No hace ningún tipo de expresión distinta a su macabra sonrisa.

Es esa sensación en la que sientes que se eriza la piel.

Entre sollozos, el hombre del sofá se arrancó los ojos y los tiene entre sus puños escurriendo cual vela derretida. En sus cuencas sólo queda un vacío tan oscuro que me da miedo seguir observando. Se recuesta en el sofá y parece ignorarme. El hombre con la tornamesa se ha quedado inmóvil, la estática suena cada vez más fuerte.

Ya no veo el hombre en la puerta corrediza. No está. Ahora está dentro, en la cocina. Intento inclinarme un poco para alcanzar a verlo y ahí está, con la misma mirada. La mirada me aterroriza y lentamente sonríe cada vez más, ahí está, inmóvil, no se acerca hacia mí, sólo me observa. Puedo ver que sus dientes están tan presionados que incluso puedo apreciar un gesto de dolor.

La estática poco a poco se convierte en un zumbido que cada vez me aturde más.

Tengo que salir de aquí pero necesito las llaves que están en mi habitación. Subo lo más rápido que puedo sólo para encontrar que, entre la oscuridad, puedo notar la silueta de alguien que está acostado en mi cama.

Me acerco más, lentamente, no quiero averiguar de quién se trata o qué intenciones tiene, pero está acostado y temblando de frío.

¿Qué es esto? No puedo con mi desesperación, me siento aún más aturdido, el zumbido es muy fuerte y yo sólo quiero encontrar mis llaves para largarme de aquí.

Volteo hacia la puerta y alcanzo a ver la sombra de alguien que se acerca lentamente. No necesito más esto. Ya basta.

Busco mis llaves en el bolsillo del pantalón que está en el suelo, pero no hay nada.

El sujeto en mi cama comienza a moverse, me quedo inmóvil para no hacer ruido, abre los ojos y me observa fijamente. No sé si me observa a mí o sólo observa a la nada. Entre la oscuridad, esos ojos blancos parecen iluminar la habitación. Lentamente se sienta en la cama y puedo notar que sí es a mí a quien observa. Con un movimiento brusco me toma de la mano y grita tan fuerte que me hace gritar a mí también.

Con el corazón acelerado, abro los ojos y me siento en mi cama. Son las 5:37 am.

Veo hacia el pasillo a través del marco de mi puerta. Alcanzo a ver una luz tenue y escucho la estática de la tornamesa.

No sé si debo bajar a ver si todo está en orden.